Esperábamos un día de transición, incluso un poco soporífero si se quiere, pero en cambio nos encontramos al final de la etapa con un torbellino de emociones. Primero por la etapa, porque resultó espectacular gracias, para variar, a Mathieu Van der Poel, que enardeció la carrera con su equipo y la apretó hasta el final. Y luego para el anuncio de Vincenzo Nibali, que hizo oficial que este será su último Giro de Italia y que colgará la bicicleta a final de año.
Como decíamos, la etapa que salió entre Catania y Messina fue fina, porque la subida de Portella Mandrazzi insertada a mitad de camino la hizo chispeante. El director del espectáculo fue Mathieu Van der Poel, que decidió, junto con su equipo, no hacer de la llegada a Messina una presa fácil para los velocistas. Así que, desde los primeros kilómetros de la larga pero pedaleable subida, ordenó a sus escuderos que mantuvieran el ritmo y vieran lo que pasaba.
Al cabo de unos minutos, los peces empezaron a caer en la red; primero saltó Caleb Ewan, todavía maltrecho tras su caída en la primera etapa en Visegrad, y luego Mark Cavendish, los dos sprinters principescos de este Giro de Italia. Si el corredor de la Isla de Man fue inmediatamente escoltado y protegido por cinco compañeros de equipo, el australiano se quedó solo durante más de unos kilómetros justo antes de la mitad del “final de carrera”. Sin embargo, cuando el Lotto Soudal se dio cuenta de que su velocista corría serio peligro de quedarse sin tiempo, ordenó a 4-5 corredores que se detuvieran y le echaran una mano para llegar a Messina.