Hasta los años 20, el ciclismo tenía más en común con las hazañas de resistencia heroica que con las carreras de alta velocidad. Hoy en día, el Giro d'italia ha vuelto a esos tiempos pioneros.
Hay algo sumamente honesto en Remco Evenepoel. Antes de la etapa, preguntado por lo fuerte que se sentía tras impresionar ayer a Filippo Ganna subiendo al gran anillo, le restó importancia.
“No lo sé. Tal vez me olvidé de cambiar la marcha”.
A falta de 20 km para el final de la etapa de hoy, la cámara observó a través de la lluvia el rostro de Remco. No llevaba gafas oscuras, y las líneas negras de estrés bajo sus ojos eran claramente visibles. Sólo entonces quedó claro lo que estábamos viendo: un calvario insoportable a la antigua.