Aquel año había comenzado con un prólogo por equipos de 16 km por las calles de Milán y llegada en la Piazza Duomo. El equipo del gran favorito de aquella edición, Bernard Hinault, era el Renault-Elf-Gitane, que volaba a una velocidad media de más de 50 km/h y ya había puesto a su capitán en la Maglia Rosa.
La primera etapa en línea, sin embargo, era la del día siguiente e iba de Parma a Viareggio a lo largo de 174 km; en la Piazza Mazzini tenía que llegar el sprint y sprint fue, con el polifacético Giuseppe Saronni (Del Tongo-Colnago) que sacó a relucir toda su potencia, dejando atrás a Paolo Rosola (Atala-Campagnolo) y Robert Dill-Bundi (Hoonved-Bottecchia). ¿Todo regular? En realidad no, porque después de la etapa las cosas se complicaron para el jurado, que calculó mal entre bonificaciones de tiempo y clasificaciones y asignó primero la Maglia Rosa al suizo Dill-Bundi, luego decretó que Saronni era el nuevo líder de la clasificación, después la volvió a poner sobre los hombros de Hinault y finalmente estableció que pertenecía al francés Patrick Bonnet, compañero de equipo de Hinault.
Viareggio también acogió la salida del día siguiente, con la llegada a Cortona, victoria para el australiano Michael Wilson y la Maglia Rosa a hombros de un jovencísimo Laurent Fignon. Ese, sin embargo, fue el Giro del fenómeno Hinault, que llegó a Turín con el maillot rosa por segunda vez en su carrera, imponiéndose al dúo Bianchi formado por el sueco Tommy Prim y Silvano Contini.
¿Y Saronni? Pues 1982 fue su año mágico: en el Giro ganaría otras dos etapas, en Palermo y Pinerolo, mientras que a finales de año se anotaría otra victoria destinada a permanecer en los anales, la de Goodwood, que le valdría el maillot arco iris de campeón del mundo.