Tras años y años de intentos, 1984 fue la temporada en la que Francesco Moser, a la edad de 33 años, ganó su primer y único Giro de Italia. Quién sabe si en el prólogo de Lucca, en un espléndido recorrido de 5 km alrededor de las murallas de la ciudad, pensó realmente que podría llevarse a casa la Maglia Rosa. Desde luego, sabía que ese día, en la ciudad toscana, sería difícil que alguien le arrebatara el éxito.
Moser, de hecho, contrarreloj aventajaba en dos palmos a todos sus rivales y, además, ese año llegaba galvanizado por la conquista del Récord de la Hora en enero y el triunfo en la Milán-San Remo. Ganó como se preveía, superando a Silvestro Milani por 11 segundos y a Roberto Visentini por 12 segundos, pero fue la futurista bicicleta utilizada, no tan diferente de la empleada para el Récord de la Hora, más que su monstruosa actuación, lo que dio mucho que hablar.
Sin embargo, en comparación con la que había exhibido en México, la elegida por el Sheriff tenía frenos y un multiplicador normal, y el cuadro estaba pintado y no cromado. El jurado, sin embargo, se entretuvo un buen rato tratando de entender si era regular: “Mi moto está en perfecto estado de funcionamiento, sería bueno que los jueces comprobaran otras, que sólo parecen regulares“, dijo Moser, con su habitual candor.
El corredor de Trentino perdió la Rosa al día siguiente en la contrarreloj por equipos, cediéndola a Laurent Fignon, la recuperó en el Blockhaus, en la Etapa 5, la recuperó en Selva di Valgardena, en la Etapa 19, de nuevo a Fignon, y finalmente la recuperó en la contrarreloj final de Verona, al final de tres emocionantes semanas.
