Humildad pero, al mismo tiempo, carisma. Así se podría describir al ‘Mocu’, como le conocen sus seres queridos en Asturias por su sencillez desde que era niño. Pero aun con ese carácter afable y pies de plomo -incluso cierta tendencia a hacerse de menos, con lo bueno que es-, Pelayo Sánchez (Tellego, ESP; 2000) esconde en sus piernas un motor excepcional. Y en el Giro d’Italia hemos sido testigos de ello.
La ‘Corsa Rosa’ de 2024 fue la segunda aparición del asturiano en una ronda de tres semanas. A La Vuelta 2023 llegó después de explotar como corredor en las filas de Burgos-BH, logrando la victoria más emocionante para estrenar su casillero: un parcial de la Vuelta Asturias, nada menos que en casa, celebrando frente a amigos y familia en la calle Uría de Oviedo tras escabullirse de sus acompañantes en el pequeño pelotón que restaba tras el Violeo.
Llegó a la salida de la ronda española en Barcelona con esperanza de dejarse ver y pronto se lució a la fuga, camino del Xorret de Catí (8ª etapa). Aunque su verdadero momento de lucimiento llegaría en la segunda mitad de carrera: volvió a la escapada en la Laguna Negra -sexto-; brilló en las etapas de montaña asturianas corriendo con los de la general -porque ya no le dejaban irse, consciente de su peligro-; y acabó brillando ante todo un Remco Evenepoel, tercero, en la jornada decisiva por la Sierra de Guadarrama. Era el anticipo de lo que viviríamos en Italia.
‘Pela’ aterrizaba en Turín como tapado. El líder para la general era Einer Rubio; la referencia moral del equipo, todo un ganador del Giro como Nairo Quintana; incluso un tercer colombiano, Fernando Gaviria, figuraba como baza de los ‘telefónicos’ en los sprints. Cuando desde la escapada del día en la 6ª etapa se coló en la ‘fuga de la fuga‘, ese término que acuñó Chente García Acosta para destacar el talento de los ‘pingüinos‘ como Sánchez, parecía el menos favorito de todos.