Tras la inesperada inactividad de ayer en la subida a Campo Imperatore, el pelotón decidió resarcirse en la Terni-Fossombrone. Los fuegos artificiales que no llegaron en una subida histórica como el Gran Sasso d’Italia, llegaron en un GPM de 4ª categoría como el de I Cappuccini, que insertado a 6 km de meta empujó – por fin – a los grandes a moverse y probar la resistencia de sus adversarios.
Lo primero que hay que subrayar, sin embargo, es otra actuación monstruosa este año de Ben Healy (EF Education-EasyPost), que tras haber demostrado sus habilidades en las Ardenas, terminando 2º en la Amstel Gold Race y 4º en la Lieja-Bastogne-Lieja, ha interpretado hoy la etapa como una clásica del Norte, a la manera en que se han corrido en los últimos tiempos, es decir, a todo gas de principio a fin. El irlandés llevaba intentando entrar en la escapada del día desde el inicio del Giro, pero nunca recibió el visto bueno del pelotón, que esperó a que la CG bajara a 30 minutos para darle finalmente espacio.
Sin Tadej Pogačar ni Remco Evenepoel en su camino, en ese momento, Ben no tenía a nadie que pudiera contrarrestarle. Tras 130 kilómetros llanos, el irlandés de 22 años se desmelenó en las primeras rampas que encontró, las de I Cappuccini (en el primer paso), y a falta de 51 km ya estaba solo en cabeza. En pocos kilómetros, la ventaja había aumentado a más de un minuto sobre el resto de escapados: domar las subidas y bajadas de Las Marcas era un juego de niños para él en ese momento. En Fossombrone, tuvo tiempo de sobra para disfrutar de su primer éxito en una Gran Vuelta que, nuestra impresión, sin duda no será la última.