Tramontana, scirocco, maestrale, libeccio y varios más, todos vientos que probablemente Diego Rosa ha asumido hoy. Y no por ninguna razón real -por lo menos que sepamos- más que para animar un escenario que cada vez se parecía más a una procesión. En una Gran Vuelta estos días siempre están ahí, no hace falta negarlo, y hoy hemos sido testigos de la etapa llana más lenta en nueve años. Una etapa única a su manera, tal vez no la más divertida, pero destinada a ser recordada.
Y el bueno de Diego Rosa puso su firma al recorrer más de 140 km en solitario, sabiendo que no tenía ninguna posibilidad de llegar a la meta de Scalea. Ciertamente, permitió a su patrocinador tener un escaparate exclusivo, para mirar hacia atrás en su carrera, las alegrías y las penas, lo que está por venir en este Giro y tal vez lo que va a cenar esta noche. Se dice que mientras los corredores están compitiendo no tienen tiempo para disfrutar del entorno que les rodea. Pues bien, hoy, además del ácido láctico, el gavilán Diego Rosa habrá tenido sin duda tiempo para contemplar la belleza de la hermosa Riviera dei Cedri. En cualquier caso, hoy sólo hay que agradecerle que nos haya entretenido al menos un poco, con la esperanza de que en los próximos días tenga una oportunidad real de luchar por una victoria parcial.