Basta con mirarle de cerca: 194 cm de estatura y 84 kg que emanan potencia por todos los poros. Jonathan Milan es uno de esos corredores que reconoces inmediatamente en un grupo, porque destaca por su físico y su elegancia. Si luego pensamos que es campeón olímpico, mundial y europeo de pista en la modalidad de persecución por equipos, es fácil darse cuenta de que ese tamaño sirve de cuerpo a un motor asombroso.
Hasta ahora, como se ha dicho, Jonny ha sido un fenómeno sobre todo en los velódromos de todo el mundo, y en estos momentos en la persecución individual, a nivel mundial, sólo es superado por su compatriota Filippo Ganna. Sin embargo, trasladar este talento de la pista a la carretera no es nada fácil, porque una cosa es hacer valer tu potencia en una prueba de 4 km, y otra muy distinta sobresalir después de 200 km y casi cinco horas sobre el sillín.
Milan empezó a hacerlo con éxito a finales del año pasado, cuando ganó dos etapas en la CRO Race, y luego a principios de este año, cuando batió a un rayo como Dylan Groenewegen en pleno desierto en el Saudi Tour. Los primeros signos de un talento a punto de florecer.