Franco Bitossi puede contar con 171 victorias en su carrera, en el Tour, en el Giro, en Lombardía, un poco en todas partes, y sin embargo se le recuerda por un sprint perdido
Una vida tachonada de éxitos que comenzó en Termoli, en octubre de 1961: “era una semiestación de los Tre Giorni del Sud, recuerdo mi primera victoria como si fuera hoy”. En Termoli, Bitossi se impuso en un regio sprint, dominando a sus rivales a la sombra del castillo de Suabia como un soberano medieval. Y al igual que Federico II de Suabia, que fue coronado emperador a los 18 años, Bitossi ganó inmediatamente, en su tercera carrera entre los profesionales, pero el suyo no fue un despegue inmediato: primero hubo que lidiar con un compañero tan íntimo como poco fiable.
El corazón loco de Bitossi siempre le acompañó: desde los años en que cruzaba el Arno en barco cada mañana para ir a la fábrica hasta sus primeras victorias entre los aficionados, donde los equipos hacían la vista gorda ante la anomalía. Bitossi sufría de hipertrofia cardíaca y podía ocurrir que mientras corría el músculo vital empezara a latir como un tambor: la única solución era parar y esperar. Fueron necesarias un par de temporadas para comprender que durante las carreras por etapas el problema desaparecía en pocos días. Por eso tuvo que esperar hasta 1964, dos años y medio después de su primer triunfo en Termoli, para exultar en el Giro d’Italia y a partir de ahí ya no paró. Enseguida hubo cuatro etapas, incluida la reedición de Cuneo-Pinerolo, ganada por Bitossi: alternando crisis profundas y remontadas sorprendentes. Bitossi era así, un continuo sube y baja, como un electrocardiograma.
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