Etapa 16: Sacile - Cortina d'Ampezzo. Una paleta de emociones
Las montañas rosas y la Corsa Rosa estaban destinadas a encontrarse. Una historia de amor inevitable como la que se cuenta cada atardecer, cuando el sol tiñe los Dolomitas y renueva la leyenda del rey Laurin y su jardín de flores. Fue en el jardín de las rosas donde Laurin se vio separado para siempre de su amada princesa Similde y para vengarse lanzó una maldición que hacía invisible a los hombres el esplendor del jardín “de día y de noche”. Un hechizo que se anula en las únicas transiciones, al amanecer y al atardecer, cuando las montañas se colorean para el enroṡadìra.
Acogidos por el Giro en 1937, 72 años antes de ser declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, los Dolomitas han sido a menudo escenario de hazañas épicas, pero también de sensacionales desplomes. Una paleta de emociones que conocía bien Laurent Fignon, a quien los Dolomitas le dieron un triunfo y una odisea. Fue desafiando la nieve entre Marmolada y Pordoi como ganó el Giro del 89, cerrando la herida de cinco años antes cuando perdió la maglia rosa en la última etapa y lanzándose hacia un Tour que se desvanecería aún más cruelmente. Fue bajo la lluvia de Giau que Fignon abrió su despedida del Giro en el 92.