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    Preciso y puntual

    06/05/2022

    Todo el mundo le estaba esperando. Ya le habían cosido la Maglia Rosa en cuanto anunció su presencia en el Giro de Italia. Este escenario era perfecto para sus características. No podía hacer nada malo. Y él, como el campeón que es, puso todas las expectativas sobre sus hombros, marcó el ritmo del equipo durante toda la etapa, fue paciente en la subida final a Visegrad y en los últimos 200 metros desató toda la potencia de su fantástico motor. Y aunque era el gran favorito, no era nada fácil: había 150 corredores codiciando ese maillot que te lleva directamente a la leyenda.

    El holandés, hijo y nieto del arte, ya había emprendido el camino de la leyenda hace tiempo, pero hoy ha querido poner otra marca, luciendo un símbolo que el padre Adrie y el abuelo Raymond Poulidor nunca habían tenido el honor de llevar. Pero conviene recordar una vez más el palmarés de este fenómeno de 27 años: ha ganado dos veces el Tour de Flandes, una vez la Amstel Gold Race, una vez la Strade Bianche, cuatro veces campeón del mundo de ciclocross y campeón de Europa de MTB de fondo. Un campeón completo, un espécimen único, que aún tiene muchas metas por alcanzar, como él mismo reconoce.

    Mientras tanto, ha tenido el placer de vestir las camisetas amarilla y rosa, las más emblemáticas del deporte. Sí, porque el año pasado ganó el Mûr-de-Bretagne en el Tour en la segunda etapa, saltando a la cima de la clasificación general y llevándola durante unos días. En Visegrad, en un final bastante similar, hizo lo mismo y ahora espera disfrutar durante unos días, aunque la contrarreloj de mañana ya será una prueba importante para él. El propio Mathieu admitió que “vestir la camiseta rosa después de haber llevado la amarilla es algo histórico, algo de lo que estoy muy orgulloso”.
    El escenario era más que digno de Mathieu. Budapest, los suburbios húngaros y Visegrad se tiñeron de rosa, dieron la bienvenida al Giro de forma majestuosa, demostrando una vez más que el amor por esta carrera no tiene fronteras. Hungría está tratando de construir una tradición en este deporte, de acercar a los jóvenes al ciclismo, y el Giro sin duda contribuirá a ello.

    Mañana, mientras tanto, habrá otra gran etapa en la contrarreloj de la capital que llevará a los corredores desde la “nueva” ciudad de Pest hasta la “vieja” ciudad de Buda. Los focos volverán a centrarse en el chico de rosa. Aunque pierda la camiseta, Mathieu tendrá tiempo de recuperarla. Por otro lado, ha asegurado que quiere llegar hasta Verona. Los italianos (y los húngaros), por su parte, ya le quieren. Han tenido la oportunidad de verle de cerca en la Strade Bianche y en la Tirreno-Adriático en los últimos años y esperan que pueda dar un espectáculo al estilo de Van der Poel también en este Giro. El comienzo fue alentador en este sentido.
    Van der Poel en el Giro es mágico, y ahora sólo queda disfrutar de él.

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