Etapa 9: Castel di Sangro - Campo Felice. Efecto niebla
Situado en el corazón del Sirente Velino, Ovindoli es un punto de partida ideal para las excursiones en los Apeninos, como si fuera un corredor que conduce a lugares maravillosos con certeza. Sin embargo, al pasar por la ciudad de los Abruzos durante el Giro de 1999, las divagaciones naturalistas no debían tener mucho espacio en la cabeza de Marco Pantani. Los fugados llevaban unos minutos, y en el pelotón Pantani miraba de frente. “Estaba muy pensativo”, confesaba a la corresponsal Alessandra Giardini. Pedaleaba pensativo porque había habido discusiones acaloradas en el pelotón en la salida, y porque sabía que sería el día en que se abriría la carrera de par en par. Era la primera llegada en subida y todo el mundo lo esperaba.
Habían tenido una salida diferente los miles de aficionados que habían subido a empujones el Gran Sasso, incluso diferente a lo que esperaban. Durante toda la semana había hecho 30° en el Giro, pero en la salida de Pescara llovía a cántaros y caían ligeros copos en la línea de meta sobre la nieve invernal que aún no se había derretido. La nieve que cada invierno atrae a miles de aficionados a los deportes de invierno a los Apeninos de los Abruzos, en esa tarde de mayo fue el inesperado telón de fondo de las hazañas ciclistas. Pantani aún no había hecho una verdadera actuación en la nieve: ya había ganado entre prados nevados, pero siempre acompañado de manantiales benévolos. Pero en el Tour del 99 soplaba una tormenta, y la primera victoria del Pirata no fue menos. Verlo entre paredes blancas cubiertas de escritos que lo animaban parecía una escena de otros tiempos, en cambio los tiempos eran exactamente los del fin de milenio, era el protagonista quien recordaba otras épocas. Solo al mando, manos abajo en el manillar y rapportone.