Etapa 3: Biella – Canale. Un reto ardiente
Como la anterior llegada de Novara llevó a la hoguera a Antonia, la bruja de Zardino, la reanudación desde Biella también está marcada a fuego. No estaba lejos de la salida, a orillas del torrente de Cervo, cuando se prendió fuego a Margherita da Trento. El telón se levantó en un escenario en movimiento, dejando atrás dos vuelos, dos intentos de fuga; dos victorias para el grupo. Se puede reflexionar sobre esos trágicos finales de carrera en un rincón apartado, espartano, pero sugestivo: un pequeño jardín, dedicado a la memoria de Margherita; una vegetación más bien salvaje, el rugido del agua, las fábricas tiradas en la orilla. La paz de la naturaleza en desacuerdo con el ruido de la ciudad circundante. El florecimiento del paisaje invita a no dejarse llevar por el pesimismo: es mejor pensar en cuando los ataques de los corredores anárquicos, refractarios a las jerarquías, tuvieron éxito.
El Giro se encuentra con Biella en 1963, de paso: el grupo la atraviesa y luego sube al santuario de la Virgen Negra de Oropa. A decir verdad, la caravana ha continuado casi siempre hacia arriba, haciendo que la ciudad, en lo que a ciclismo se refiere, sea una sola con la basílica encima. Las imágenes frontales del pico del monte Mucrone, sobre el que se levanta una enorme cúpula, que casi hace que te preguntes qué está haciendo en tan alto, hicieron el resto. Pero los primeros renacuajos que tienen el privilegio de admirar esta vista no tienen tiempo de disfrutarla: la etapa se combate, deja algunas huellas ácidas, y no sólo lácticas.