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    Cuestión de instantes

    18/05/2023

    Siempre ha sido así en el ciclismo: para ganar se necesitan grandes piernas, pero también sincronización e ingenio. Más aún si entre tus rivales hay alguien, sobre el papel, más fuerte que tú. Hay que ser perfecto, y también tener un poco de suerte, como Nico Denz hoy en Rivoli.

    Cuando un grupo de 30 corredores se escapó por las carreteras inmersas en las Langhe, pronto quedó claro que iban a llegar a la meta, porque la etapa estaba perfectamente diseñada para los escapados y no había nadie delante que pudiera molestar al Maglia Rosa Geraint Thomas. Así que los Ineos Grenadiers pusieron el control de crucero y se aseguraron de que la escapada siempre tuviera suficiente ventaja para desalentar cualquier acción de recuperación por parte del pelotón.

    Entre los 30 corredores de cabeza empezaron los dimes y diretes sobre quién sería el mejor corredor para el final, con la exigente subida de Colle Braida seguida de 17 largos kilómetros llanos hasta la meta. Estaban Michael Matthews y Mads Pedersen, pero también Alberto Bettiol y Patrick Konrad, pasando por Sepp Kuss, Einer Rubio, Bauke Mollema y Davide Formolo, por no mencionarlos a todos. Y estaba Nico Denz (Bora-hansgrohe), a quien, sin embargo, nadie habría puesto entre los posibles ganadores en medio de tantos nombres altisonantes, entre otras cosas por sus características de pasajero.

    Pero en el km 94, ese momento fugaz, Denz lo aprovechó, los demás no. Al salir de una rotonda en una fase más bien tranquila de la carrera, él, junto con Alessandro Tonelli (Green Project-Bardiani CSF-Faizanè), Toms Skujiņš (Trek-Segafredo) y Sebastian Berwick (Israel-PremierTech), se encontraron casualmente unos metros por delante del resto de corredores, que, perezosos y burgueses, no se tomaron la molestia de cerrar inmediatamente la brecha que se había formado. Denz se dio cuenta primero y empezó a apretar, siendo rápidamente imitado por sus compañeros de aventura.

    En pocos kilómetros, la ventaja sobre el resto de los fugados contendientes había aumentado a dos minutos: los cuatro, los más listos de todos, iban a disputarse la victoria de etapa. Subiendo hacia el puerto del Colle Braida, el bueno de Denz -cuyo abuelo materno es de Lucania- se pegó a Berwick y Skujiņš con mucho, mucho, esfuerzo, pero entre mueca y mueca superó el mayor obstáculo de su jornada. Llevó a sus oponentes a un sprint de tres hombres y allí pudo sacar a relucir su potencia, pasando a apoderarse de un éxito inesperado y grandioso. Por un asalto bien cogido, vivió el mejor día de su carrera.

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