No es ninguna novedad: en Italia, desde hace ya algunos años, se busca desesperadamente un corredor que pueda volver a entusiasmar a los tifosi en las Grandes Vueltas. El último en encajar en ese perfil ha sido Antonio Tiberi, quien, por su parte, ha aceptado con gusto esa carga sobre los hombros y está intentando hacerse un hueco entre los grandísimos —en este momento histórico de nuestro deporte, son realmente grandes— de este deporte.
El primer punto a su favor es que es joven, nacido en 2001, y además es un corredor completo. Fuerte en la contrarreloj y sólido a la hora de mantener ritmos en subida, no es un escalador explosivo, pero con su paso constante puede mantenerse a rueda de los mejores. Y además tiene esa despreocupación justa para no dejarse aplastar por las expectativas: sabe cómo gestionar tanto los buenos resultados como los no tan buenos. Ya lo ha demostrado en más de una ocasión, empezando por el año pasado en el Giro d’Italia, donde terminó en 5º lugar y con la Maglia Bianca sobre los hombros. Y sin un problema mecánico en la primera llegada en alto, en Oropa, que le costó dos minutos, probablemente podría haber aspirado incluso al podio final.